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martes, 19 de octubre de 2010

La casa del capitán Pescaporra.

A cientos de kilómetros del mar, se encontraba la casa del capitán Pescaporra. Nada más llegar ya se notaba que no era una casa común. A su alrededor no tenía jardín, había arena, mucha arena, de tal manera, que cuando salías de ella parecía que estuvieses en la playa a excepción de que no había mar. Toda la fachada estaba recubierta de madera, dándole aspecto de barco. Al entrar en ella te encontrabas con un museo digno de Jaques Cousteau. Anclas, cabos, arpones, redes convivían en armonía apenas dejando espacio para las personas de a pié. El orden era palpable aunque no tanto la pulcritud, ya que no solo el aspecto sino que también el penetrante olor simulaba el de un barco pesquero. Manchas de humedad ennegrecían más aún las paredes pintadas de color marrón. Un no muy cómodo banco de madera estaba colocado enfrente de un minúsculo y anticuado televisor. Un gran estante tras ella contenía centenares de cintas de vídeo sobre pesca, el fondo marino y otras húmedas actividades aunque el reproductor no parecía estar por ningún lado. Una escalera metálica llevaba al piso de arriba y marcos redondos sin puertas conducían a las otras habitaciones de la casa. 

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