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miércoles, 24 de junio de 2020

Empezar a no morir



Las cosas nunca son lo que parecen ser.
Aquel día me desperté con un espantoso dolor de cabeza. Mi ropa estaba tirada en el suelo, bueno, al menos parece ser que me la había quitado, porque lo cierto es que no me acordaba de cómo había llegado a mi cama. Maldito Luis, qué coño nos habría dado aquella noche.  Al menos estaba en mi cama, eso sí. Tenía sed, mucha sed, la boca me sabía vómito y parecía que hubiera estado la noche comiendo corcho. Pero no me levanté, me puse boca arriba y observé el techo gris de mi habitación. Y empecé a recordar, lo primero que me vino a la mente fue Verónica. A pesar de mi estado no pude evitar tener una erección, ¡cómo me gustaba! Su largo pelo azabache, sus ojos oscuros, sus labios carnosos… sus labios. Recordé, y olí los dedos de mi mano, y los aromas dulces del amor me embriagaron. Con todavía diecisiete años mi experiencia sexual era nula, inexistente, y por una vez que había cruzado el límite, que había roto las reglas, roto las leyes, y ni me acordaba. Pero por Verónica habría hecho cualquier cosa, lo que fuera, entonces y ahora. Verónica, con su piel tostada, sus pequeñas y suaves manos, su piel… Verónica.
No sé cuánto tiempo pasé observando las musarañas pero cuando me levanté fui directo a la nevera. Me cagué en todo, no tenía agua, así que tuve que beber leche, no era lo mismo. Quedaba menos de un mes para que mi vida como ciudadano empezara. Me iban a poner el traje verde, todos los chicos de mi edad estaban entusiasmados con ello pero no era mi caso la vedad. A partir de ahora iba a empezar a dejar de morir. Sí, tal como suena. Hace casi ochenta años el químico halló un nuevo elemento. Un elemento que había venido del especio en un meteorito. Este tal Joseph Klose no sólo había descubierto un elemento milagroso sino que además era fácil de reproducir.
Nota: no sé cuando escribí esto ni hacia dónde iba la historia, mi cerebro la ha borrado de mi mente, pero bueno, aquí la dejo.

lunes, 11 de abril de 2016

Traición




A lo largo de nuestra vida recibimos innumerables traiciones por el camino, tu familia, tus amigos, tú mismo, en cuanto menos te lo esperas te van a traicionar. El cambiar de opinión es sensato y necesario, el rectificar es de sabios pero en ocasiones esas dos opciones serán puras y simples traiciones. En días en los que el sol ilumina tu día piensas que eso son lecciones, obstáculos necesarios para avanzar; pero en días en los que oscuros nubarrones se ciernen sobre ti, te sientes decepcionado, dolido con el mundo, con la sociedad, contigo mismo, te duele tu propia traición. Pero la mente es muy volátil y ya otro día saldrá de nuevo el sol.

sábado, 23 de mayo de 2015

Sin amor


Todas las tardes Espe salía a pasear. Sola, sin nadie con quien hablar, sin nadie con quien compartir sus pensamientos, sus deseos, sus inquietudes. Y es que había perdido toda la ilusión, creía que ya no podía confiar en nadie, todo el mundo la había traicionado, no había nada que valiera la pena. Después de trabajar le gustaba pasear por el bosque, andaba por el sendero y llegaba al mirador desde donde se veía la puesta del sol tras las montañas que estaban al otro lado del pueblo. Allí en su soledad nadie podía dañarla, estaba segura y protegida de la malicia de la humanidad. Después de siete años de noviazgo había descubierto que José Antonio le ponía los cuernos con Pilar, su supuesta amiga de toda la vida. Luego había estado saliendo un tiempo con Aure, hasta que había descubierto que tenía novia. Manu y Toni no habían sido más que rollos, ella sabía que no eran de fiar, que no eran serios… y pasaban los años y seguía sola, sin nadie a quien amar, sin nadie con quien compartir. Y es que no se trataba de sexo, eso no era difícil, años atrás había tenido algunas relaciones de una noche con otros chicos, Matt en la discoteca, Álex que la invitó a su casa y el italiano en la playa de quien no recordaba su nombre. Pero ya estaba harta, eso no la llenaba, ya ni siquiera quería saber nada de ellos. Ya incluso pensaba que era su culpa, que era demasiado exigente, que ponía a los chicos un listón muy alto, pero es que lo único que quería era encontrar a un hombre que la amara tanto como ella a él, ¿era tan difícil?
Ya no aguantaba más, también estaba harta que los clientes, casi siempre viejos verdes, intentaran ligar con ella y luego su jefe… ese gordo seboso con mujer e hijos había tenido la poca vergüenza de insinuársele… el mundo de Espe se resumía con una palabra: decepción.
¿Dónde estaba el príncipe azul?, ¿y el caballero andante?, ¿el héroe que siempre salvaba a la chica en los cuentos, películas, libros que la habían acompañado durante toda su vida?
Pero todo se iba a terminar en unos minutos. Sacó de su bolsa el tarrito de los antidepresivos que tan poco la habían ayudado. Había muchos, iba a seguir el tratamiento pero de golpe. Estaba segura que era la solución. Sacó la botellita del agua. Se llenó la boca de pastillas, las masticó, tragó, bebió. Se la volvió a llenar, masticar, tragar, beber y así hasta cuatro veces, hasta que el botecito quedó vacío. El sol poco a poco fue bajando, escondiéndose de ella, pensaba que era patética y que ni el astro quería saber nada de ella. Un retortijón la sacudió, se agachó y se tumbó en el suelo, de lado retorciéndose de dolor, pero su mirada fija en el horizonte. El mundo empezó a oscurecer a volverse borroso. Escuchó a lo lejos un perro ladrar, a los pocos segundos el mundo se movió… no, alguien la estaba moviendo a ella pero ya no sentía su cuerpo, no sentía las manos que la sujetaban, las manos… las manos… de ¿Miguel?
Vio cómo su vecino la zarandeaba, le gritaba, ¡despierta!, decía, ¡Por favor, no te rindas!, escuchó. Miguel, aquel chico tan amable. Tan tímido. Se acordó de lo bien que la trató cuando se mudó a aquel barrio, le había traído aquel delicioso bizcocho para darle la bienvenida. Realmente siempre había estado allí, en todo momento. Le ayudó con el grifo de la cocina cuando este se estropeó. Después de haber roto con el capullo de Aure él le había traído un ramo de flores y le había dicho que ella valía mucho más que ese tipo. Miguel. No le habría importado encontrar un chico como Miguel para pasar el resto de sus días, trabajador, amable, cariñoso… Miguel… pero ya no podía escuchar lo que le gritaba, el mundo se apagaba, la terapia había terminado.
Mientras Miguel con el rostro cubierto de lágrimas y un cuerpo inerte apretado entre sus brazos gritaba ¡Te quiero!


sábado, 18 de abril de 2015

La Bestia en Ibiza


 Ayer (14/04/2015) disfruté como no lo hacía en mucho tiempo. En Dalt Vila, sin tener que tomar el avión, ¡un conciertazo de heavy metal!
La verdad es que en cuanto a grupos clásicos del metal soy bastante ignorante ya que yo no tuve mi primer disco de heavy hasta los 19 o 20 años, de hecho hasta entonces prácticamente desconocía el género en Ibiza la cultura musical es más de electrónica y DJs. Los dos primeros CDs metaleros que tuve fueron Tierras de Leyenda de Tierra Santa y El Ángel Caído de Avalanch con el cual conocí con la  canción Las Ruinas del Edén al mejor cantante nacional y a mi parecer de los mejores del mundo entero. Yo no soy una persona que enloquezca con nadie ni que se emocione especialmente con los famosos pero si admiro a algún artista sin duda son Alberto Rionda y Leo Jiménez. Me gustan todos sus trabajos y ver su nombre en un disco para mí es garantía de calidad.
En este país la gente tiene una imagen muy equivocada sobre el Heavy Metal, piensan que todos son borrachos macarras sin educación que van vomitando por las calles, que sus canciones hablan sólo de Satán y de asesinar a tus  padres… una imagen que poco a poco va cambiando, pero por desgracia los medios de comunicación españoles, los políticos y la sociedad en general nos marginan. Recomiendo leer un artículo muy interesante que escribió Arturo Pérez Reverte hace un par de años y que circula por la red. Yo la verdad es que he aprendido mucho de los grupos que llevo escuchando estos años, Tierra Santa, Saratoga, Avalanch, Warcry, Furia Animal, DarkSun, Lujuria, Stravaganzza, Saurom, Sphinx gracias por todo lo que me habéis enseñado.

La dificultad que he tenido yo para poder disfrutar de estos grupos en directo que tanto admiro, es que a parte de comprar la entrada, yo también tengo que comprar un billete de avión (o barco que al final sale más caro) y tengo que buscar un hotel y que coincida con fechas en las que no curre… todo dificultades y gastos extras. He tenido el placer de ver actuar a Leo Jiménez cinco veces. La primera en el Viña Rock de 2006 con Saratoga en donde me marcó, un directo sublime. Luego en Barcelona en la gira de Tierra de Lobos y dos veces con Stravaganzza y nunca me decepcionó. Y un día de repente me entero de que viene a Ibiza. Algo impensable dado la cultura musical nombrada anteriormente de la isla. Yo no podía faltar. Esta vez acompañado de mi queridísima mujer que aunque no es aficionada al heavy supo disfrutar del directo brutal. Y a pesar de que éramos pocos ibicencos y muchísimos alemanes que habían llegado en el crucero de Full Metal Cruise (¡¡gracias!!) lo disfrutamos a tope. Después de los locales Vagabundos (a los que no llegué a tiempo para verlos actuar) e Indulgentes (magnífica actuación) vino Leo Jiménez. Una trabajo tal y como me tiene acostumbrado, implacable. Con las murallas de Dalt Vila de fondo y el comienzo de la puesta de sol. Espectacular, la poderosa música acompañó al gran astro hasta que se escondió por completo y una multitud de colores se entremezclaron azul, amarillo, rojo naranja… Y un repertorio muy personal de Leo repasando canciones de Saratoga (Resurreción, Parte de Mi), Stravaganzza ( Impotencia, Hijo de la Luna) y las actuales. Un magnífico vocalista necesita una gran banda y todos estuvieron a la altura. La batería y el bajo, las guitarras rítmicas y la solista, todo perfecto. Luego venían los geniales UDO pero lo que yo había venido a disfrutar ya se había acabado muy a mi pesar. Para mí un recuerdo inolvidable y a veinte kilómetros de casa. Ojalá se vuelva a repetir y pueda volver a disfrutar de su música aquí, tan cerquita de casa.

¡MUCHAS GRACIAS LEO!

Y gracias a mi mujer Dalal por disfrutar del momento conmigo (pocos marroquíes veréis en conciertos heavys), gracias a Full Metal Cruise y Make Sound por la organización y gracias a todos esos músicos que tocan lo que su corazón les dice (sean del género que sean) aún a sabiendas de que su futuro va a ser realmente difícil.
Y
¡Larga vida al HEAVY METAL!





viernes, 20 de marzo de 2015

Hipocresía ecologista

La incoherencia y el surrealismo es algo habitual en la naturaleza humana. Los seres humanos somos capaces de lo mejor y también de lo peor. Necesito expresar a modo de reflexión personal unas observaciones que me han llamado la atención en mis recientes viajes. La hipocresía humana inconsciente está arraigada hasta en las mejores de nuestras acciones. Es probable que yo mismo contradiga mis propios principios sin siquiera darme cuenta y alguien me lo eche en cara con razón algún día. Pero ahora voy a empezar yo una crítica, o más bien una observación a unos sectores que he observado como espectador en estos dos maravillosos países que tan poco tienen en común. Nueva Zelanda y Marruecos.

En Nueva Zelanda el gobierno local ejerce una espléndida campaña para proteger su naturaleza, sus especies, tanto animales como vegetales. Sus aduanas son estrictas para que sus ecosistemas no se contaminen de especies invasoras. El kiwi (el ave) está firmemente protegido y los ciudadanos del país le tienen un gran afecto. Que las autoridades inciten a proteger las especies locales está genial y debería ser algo prioritario en todas las naciones del mundo entero, no obstante  tiene su lado oscuro. Digamos que el plan de conservación llegó demasiado tarde y en el país ya habitan especies invasoras que se están adaptando (o ya lo han hecho) a su nuevo hogar. Los principales enemigos nacionales de Nueva Zelanda son la rata común, la mustela, el gato común y el possum. Su obsesión por proteger la fauna ha satanizado a estos animales nombrados, en especial al possum. El odio al marsupial es tal que en todos los parques intentan concienciarte de lo malo que es, de que hay que matarlo. Si un possum se te cruza en la carretera la acción buena  es atropellarlo, de hecho te los encuentras a cientos aplastados en el asfalto. Y digo yo ¿es su culpa de que lo hayan arrancado de su hogar y lo hayan traído a otro país? Dudo que haya venido él solito nadando. Pienso que es normal que cace, que se alimente de lo que encuentre, en su caso los huevos del bendito kiwi. Es normal que intente adaptarse a su nuevo entorno, a eso se le llama supervivencia. Por supuesto que estoy de acuerdo en que hay que evitar que el possum acabe extinguiendo al kiwi pero la masacre indiscriminada que sufre el marsupial me resulta horrible e hipócrita. Deberían buscar otras soluciones, atraparlos y devolverlos al lugar de donde provienen, pero claro, eso es trabajoso y caro, mejor los exterminamos y listo. Se pueden ver en los puntos de información de todo el país fotos de los cuidadores de los parques con caras triunfantes sosteniendo cadáveres aplastados de possums. ¿En serio es eso ser ecologista? Yo creo que es hipocresía pura y dura.
Otro asunto es el de la deforestación masiva y reforestación al unísono que ejerce Nueva Zelanda para beneficiarse de los pastos de su ganado (por cierto, todo traído de otros países ¿especies invasoras?) uno de los pilares de su economía (la lana y la carne del cordero).

Cambiamos de país, cambiamos de continente y nos paramos en Marruecos. Allí, a diferencia que en occidente, tienen bastante respeto a la hora de sacrificar a un cordero y es que tal y como indica el Corán han de matar al animal provocándole el menor sufrimiento posible. Nunca lo sacrifican en frente de otros corderos para que los demás no sufran y le tapan los ojos a la hora de degollarlo. Creo que en occidente se debería considerar ésta práctica. Yo personalmente prefiero no matar a ningún animal pero si se ha de hacer que sea con el menos sufrimiento. Pero ahora paso a comentar la contradicción. Sí, se respeta la vida de los corderos pero ¿y los pollos? Ellos también son criaturas de Dios ¿no? ¿Por qué a ellos se los encierra apelotonados y se los sacrifica a escasos metros del corral? ¿Por qué se les trata como meros objetos? Digo que también tendrán sentimientos.

Son observaciones que me cuesta entender, que me cuesta encontrarles una explicación razonable. Aquí en occidente la hipocresía ecologista también abunda pero bueno, el rarito soy yo. Así que no pasa nada…
¿Qué opinas tú?


jueves, 10 de abril de 2014

¡Alto!


Era guapo, fuerte, tenía dinero. Era popular, querido, tenía mucho dinero. Circulaba en su flamante deportivo rojo de marca italiana y con un escudo con un caballo dibujado  en el capó a una velocidad superior a doscientos cincuenta kilómetros por hora. Sabía que en ese tramo de carretera convencional la velocidad máxima permitirá era tan solo de ochenta kilómetros por hora pero no había apenas nadie a esa hora, era guapo, querido, tenía muchísimo dinero. En una curva se vio obligado a reducir la velocidad y allí, pasándola se topó con la trampa. Un agente de la ley lo esperaba con la mano en alto. El popular, querido e inmensamente rico, cuya profesión era futbolista, colocó en su rostro la más amistosa expresión que tanto había ensayado delante del espejo. Con aquella mirada angelical en las discotecas conseguía que a las chicas se les cayeran las bragas al instante nada más verla. Bajó la ventanilla. El corpulento agente no pestañeó ante la mirada follachicas, no pareció percatarse en quién era.
-        Baje del coche – dijo simplemente.
-        Agente, sé que iba un poco rápido pero… – el policía lo interrumpió.
-        Baje del coche – su tono era frío e impasible – está usted arrestado.
-        Mire, soy Lionel Ronaldo de Lima…
-        Por mí como si es el Papa – volvió a interrumpir – le digo que baje del coche, no se lo volveré a repetir.
-        Mire – sacó de la guantera del coche un fajo de billetes - ¿no podría hacer usted la vista gorda?
A la media hora el futbolista estaba en el cuartel de la policía.
Al cabo de dos meses iba a haber un juicio pero como era quien era no lo hubo. Sí, perdió el carnet que al poco tiempo recuperó por ser guapo, querido y estar forrado de dinero. También tuvo que pagar una insignificante multa dada su nómina.
El agente frustrado cuya chulería típica policial había aplicado correctamente en esa ocasión pagó su desengaño con Manolo García Rodríguez, obrero de profesión, que viene a ser lo mismo, parado laboralmente e indefinidamente. Endeudado y con falta de recursos para mantener a su mujer (en paro) y a sus dos hijos. No tenía dinero para pasar la ITV del vehículo por lo que la llevaba caducada desde hacía varios meses, además de tener una luz de los faros fundida. Como no era tan guapo, ni popular y estaba en la ruina, la multa que le cayó lo hundió aún más. Se quedó sin coche por no poder pagar la inspección técnica y encima perdió la casa por el encadenamiento de desdichas.


Y colorín colorado, o en blanco, negro y escala de grises, este cuento sólo ha empezado. 

miércoles, 19 de marzo de 2014

El guardián del sello



El cuerno del pescadero, la caracola, anunciando su producto fresco sonaba cuando entré por el grueso portón de madera maciza de la iglesia de Sant Joan. Yo la verdad es que no soy muy devoto por lo que mis visitas a las iglesias se pueden contar con los dedos de una mano, y prácticamente cerrada. Lo que me había llevado allí, a aquel recóndito y acogedor pueblo había sido simplemente una faena. Trabajo en una empresa de pintura y restauración y dado que los obreros voluntarios de la parroquia no se habían puesto de acuerdo. El padre Fernando, párroco en todo el municipio, había decidido contratar una empresa externa, ya que las fiestas del pueblo estaban al acecho y todavía quedaba mucho trabajo de mantenimiento.
-        Miguel me has dicho que te llamas ¿no? – dijo el párroco después de carraspear a consecuencia de un tic crónico – debes pintar el interior de la iglesia. Pero no será tan simple, huum, huum, hay manchas de humedad, me gustaría que las sanearas.
Con el cálido sol primaveral que bañaba los edificios blancos del pueblo, es cierto que el interior del edificio sagrado era tremendamente frío y húmedo. Las viejas y gastadas baldosas de color rojizo sostenían unos apretados e incómodos bancos de madera que se unían ente sí por unas tablillas en la parte de los reposapiés.  A los lados los santos de miradas tristes flanqueaban la sala bajo la inmensa cúpula blanqueada. Al frente, de anfitrión el patrón del pueblo, Sant Joan con el brazo levantado solemnemente.
            Otro de los trabajillos extras, era detrás del confesionario, situado a la derecha, en la entrada. Lo habían movido para sanear unas feas manchas negras de humedad que parecía que iban a darme trabajo. Don Fernando me dejó a solas para que me pusiera manos a la obra, se fue por la puerta que había a la derecha de la eucaristía. Fui a la camioneta a por las herramientas de trabajo y me puse manos a la obra. Estaba encantado de tener trabajo, con la crisis las cosas andaban muy mal, y mucho peor aún en el pueblo. Desde que había llegado a la isla las cosas no me iban mal. Un amigo me había conseguido ese trabajo y la verdad es que estaba muy satisfecho de tenerlo.  
            Pero algo inusual iba a ocurrir en aquella iglesia, algo que cambiaría mi vida para siempre. Mientras rascaba con la espátula la oscura pared en donde iba el confesionario de la antigua pared hecha con piedra viva y arcilla empezaron a desprenderse trozos de tamaño considerado. Me di cuenta de que había una especie de cuadro que estaba hecho con piedras planas de tamaño pequeño que tapaba un hueco en la pared. Seguramente eso recién hecho no se notaba, menos aún con el confesionario encima pero la humedad había hecho estragos. Lo primero que pensé fue que iba a tener más trabajo de lo que pensaba pero pronto descubrí que aquello era algo extraño, algo había oculto en aquel hueco. Llamé al padre Fernando que rápido acudió. Mientras bajaba por los escalones, la cortinilla que tenía como pelo se le levantaba ridículamente.
-        ¿Qué sucede? Huum, huum… - cuando vio aquel agujero su expresión de extrañeza debió de ser parecida a la mía.
Cayeron unos trozos más de cascotes y  me pareció ver una especie de luz que procedía del interior del hueco que de inmediato se extinguió. Había algo ahí dentro.
-        Vamos, cójalo – me dijo más intrigado que yo el párroco habiéndole desaparecido el tic.
Metí la mano algo temeroso. Palpé con cuidado y sólo encontré un pequeño aro de un metal dorado. Estaba lleno de extraños símbolos grabados que en mi vida había visto. Parecía ser algo completamente desconocido también para el Padre Fernando. Le pasé el extraño artefacto que examinó detenidamente.
-        Lo mejor es que de momento no digamos nada y que evitemos un revuelo mediático – habló al final el cura – hazme un favor huum, huum, yo estoy muy ocupado, ¿puedes llevárselo al Padre José?
Estuve a punto de rechistar, pero lo cierto es que yo también estaba muy intrigado. Y pese a ser sólo el pintor, lo hice. Me extrañó la confianza del sacerdote pero tampoco le di más importancia.
El padre José era el antiguo párroco del municipio que por su avanzada edad se había visto obligado a jubilarse, tenía la friolera de noventa y un años y vivía en un pueblo cercano completamente rural perteneciente al mismo municipio, Sant Vicent. El señor vivía en una casa payesa junto al bosque y un torrente que estaba a no mucha distancia de la iglesia de dicho pueblo. Para encontrar la casa pregunté a dos niños que jugaban al fútbol en un descampado cerca de la carretera.
            Don José era un hombrecillo pequeño, encorvado, flaco como un podenco. Vestía completamente de negro contrastando con la palidez de su piel. Pese a ello conservaba bien el pelo siendo éste de color blanco. Cuando me abrió la puerta salió con sus gruesas cejas grises fruncidas encima de sus pequeños ojos claros. La  mueca en su rostro surcado por prominentes arrugas con los labios apretados me invitaba a salir de allí corriendo, pero hice de tripas corazón.
-        ¿Quién demonios eres tú? – dijo sin preámbulos con voz ronca.
-        Disculpe que le moleste señor soy el pintor que han contratado para adecentar la iglesia de Sant Joan, he encontrado éste artefacto oculto en las paredes…
De repente el anciano abrió sus pequeños ojos cual lémur y me dio un fuerte empujón tirándome dentro de un baladre que había junto a la casa. Un disparo de bala impactó en la puerta a escasos centímetros de don José.
-        No tienes ni idea de lo que acabas de encontrar muchacho – me dijo antes de arrebatarme el aro de las manos yo aún tendido boca arriba.
Un hombre salió de un Mercedes negro y corrió hacia nosotros pistola en mano. El párroco jubilado entró en la casa con el extraño objeto en mano cerrando tras de sí con llave. El agresor que había intentado matarnos, un hombre con apariencia de gorila, enorme, oscuro, me propinó un fuerte golpe con la culata de su Magnum dejándome inconsciente. Antes de perder el conocimiento por completo pude ver como aquel hombre derribaba la puerta de una patada, después oscuridad.
Me desperté con un tremendo dolor de cabeza, parecía que los cuatro jinetes del apocalipsis cabalgaban dentro de mi cabeza. Pero hice un esfuerzo y me puse en pie. La puerta estaba abierta de par en par, el marco estaba reventado del golpe sufrido. Corrí al interior de la casa. La puerta desembocaba en el lateral del portxo, sala principal de las casas payesas de la isla. En él había lo básico. Un viejo sofá en el centro, un pequeño televisor y una chimenea llena de cenizas. El suelo no estaba embaldosado, estaba hecho de la manera que se hacía antiguamente, de arcilla con argamasa que bien podía ser sangre de cerdo. Don José estaba tumbado boca abajo entre el sofá y una pequeña mesa de lo más rústica frente a la tele. Corrí a su lado y le di la vuelta. Estaba en un charco de sangre pero vivo aún. Le habían disparado en el estómago.
-        Aguante, voy a llamar a la ambulancia…
Pero me agarró del brazo y me detuvo.
-        No, para mi es demasiado tarde – dijo con un hilo de voz – tienes que detenerlos, sólo tú puedes hacerlo.
-        ¿Cómo? Usted está delirando, no se preocupe que enseguida estarán aquí…
-        ¡¡Nooo!! – gritó – debes ir a Sa Cova des Culleram, ellos han ido allí, me aseguraron que si no se lo decía matarían a mi hija – su voz temblaba - la humanidad está en peligro.
Yo no entendía nada, casi me dio risa, pero el anciano se estremeció y escupió sangre por la boca. Después se quedó inerte para siempre. Más tarde descubriría que su intención era matarme a mí también y que los agresores habían tenido que huir apresuradamente al ver gente en las proximidades. Salí de la casa en estado de shock. No hacía más que preguntarme que qué diablos hacía yo metido en ese embrollo. Pero el párroco retirado había muerto por ese dorado objeto, esos significaba que se trataba de algo grave. Así que cogí la Renault Exprés y me puse rumbo a la cueva que no quedaba lejos de allí.
            No me costó encontrarla. Cuando llegué allí el coche estaba en el pequeño descampado donde desembocaba el estrecho camino montaña arriba. El cuatro por cuatro del que había salido el matón con túnica, asesino del anciano estaba allí. Así que cogí lo más parecido que encontré a un arma de la furgoneta, una maceta y una espátula y tomé el sendero que descendía al pequeño santuario sin pausa pero en guardia. Sa Cova des Culleram es un antiguo santuario dedicado a la cartaginesa Tanit diosa del amor y la fertilidad. Es un yacimiento de los más importantes de la isla, se supone que los cartagineses ya usaban dicho templo en siglo V antes de cristo. No era horario de visitas y la cueva debía de estar cerrada, pero no era el caso.
Había dos hombres, el agresor y el que conducía al que no había podido ver. Maceta en mano entré por la puerta. La verga había sido forzada. La cueva era muy pequeña y oscura. Enseguida oí a los dos hombres que hablaban. Escondido, agachado detrás de una roca en la entrada los escuché y observé. Me sorprendió descubrir que el segundo hombre era el padre Fernando. Él lo había hecho ir a casa de su antecesor por algún motivo, por su culpa don José estaba muerto.
-        Maldita sea – hablaba don Fernando sin tic aparente – has matado demasiado rápido al viejo. Ahora yo no sé cómo ni dónde se abre la ermita.
-        Deje de quejarse y siga buscando, al menos nos ha confesado el lugar dónde está.
El otro hombre llevaba también una sotana. Era de piel oscura y tenía acento portugués. Medía más de dos metros y pesaría más de cien kilos.
Ambos hombres buscaban, palpaban entre las rocas lo que parecía ser una hendidura. Yo observaba inmóvil sin saber qué hacer. El gigante finalmente encontró entre una roca que hacía de altar y una pared una extraña raja.
-        ¡Lo hemos encontrado! – gritó excitado el capellán.
Introdujeron el disco en la hendidura. Hubo un crujido y una roca se abrió dando paso a un profundo pasadizo que descendía hacia el interior de la montaña.
Me arrepentí de estar allí. No pensaba seguirlos, me iba a ir a casa y olvidar todo aquello. Pero alguien me delató, alguien inesperado.
-        ¿Se puede saber que diantres hacéis aquí dentro? – me sobresalté. Una voz femenina nos sobresaltó a los tres, de hecho nos hablaba a los tres por lo que mi escondite ya no servía de nada. Mis dos enemigos todavía lo suficientemente cerca se dieron la vuelta tan sorprendidos como yo.
Una chica pelirroja estaba tras de mí, con los brazos en jarra mirándonos enojada. Su rostro de piel clara, redondito y moteado de pecas rojas tenía mueca de enfado provocándole unas ligeras protuberancias entre sus cejas anaranjadas. Pero pronto cambió, cuando el hombre más grande sacó la Magnum de algún bolsillo de su túnica. La agarré por la manga de su blusa y le di un tirón para que justamente el disparo no atinara a darle en la cabeza.
Chilló asustada, sorprendida, yo intenté silenciar en vano sus gritos.
-        Cálmate – le grité.
Al ver la preocupación en mi rostro se percató de la situación y al menos dejó de chillar.
-        Lo siento chicos pero no es nada personal – dijo don Fernando – pero sabéis demasiado, habéis visto demasiado. Romualdo, acaba con ellos y ata el cabo que hemos dejado suelto.
El gigante empezó a aproximarse hacia nosotros lentamente mientras escuchamos los pasos del cura de Sant Joant que se adentraban en el túnel que había aparecido ante ellos.
-        Salid de ahí chicos – dijo Romualdo con una voz tan fina que no parecía proceder de aquel cuerpo monstruoso – y os prometo que será rápido.
No sé de dónde saqué las fuerzas ni el valor pero agarré con fuerza la maceta que llevaba me levanté velozmente y se la arrojé atinando en la pistola. No fue muy lejos pero nos dio el tiempo necesario para salir de la cueva y huir. El hombre mulato no tardó en perseguirnos, y con la pistola que llevaba teníamos todas las perder. No seguimos el camino que ascendía a la explanada que llevaba a los coches, corrimos por un pequeño sendero de ovejas que descendía más directo a la carretera montaña abajo. Un sonoro disparo impactó en un árbol cerca de mi oreja pero seguimos corriendo. La chica, que luego me enteraría de que era la guía de Sa Cova des Culleram y de que se llamaba Neus tropezó. Corrí en su ayuda para que se pusiera en pie pero ya nos había atrapado.
-        Lo siento chicos.
Pero una piedra impactó en el rostro de Romualdo cayendo de espaldas. Una robusta figura salió de entre los matorrales. Era un hombre de apariencia árabe y que vestía una gruesa chilaba gris con capucha de punta  luciendo una poblada barba. Nos miró inseguro y nos preguntó:
-        ¿Dónde está Fernando? – apenas tenía acento, su dominio del español era más que correcto.
-        Han encontrado una cueva y ahora él ha entrado en ella.
-        ¡Maldición! – exclamó – tienes que detenerlo, la humanidad depende de ello.
Romualdo había perdido la pistola pero ya estaba de pie dispuesto a enfrentarse al desconocido que acababa de salvarnos. Yo no sabía qué hacer, en esta ocasión Neus reaccionó antes que yo.
-        Ve que yo no puedo andar muy bien que me he hecho daño – me dijo.
-        No puedes perder tiempo – insistió el hombre de la barba.
Latino y árabe se enzarzaron en un duro combate. Los dos eran fuertes pero ágiles, pegaban, recibían, esquivaban. Cayeron al suelo agarrándose el uno al otro por el cuello. Pero yo no vi el desenlace, ya corría para atrapar al cura que me había metido en éste enredo.
El túnel encontrado por nuestros enemigos descendía en línea recta hacia el interior de la montaña. Pero desembocó en un puente que estaba sobre un inmenso socavón. En el centro del descomunal agujero había un trozo de roca que era a donde llevaba el puente hecho de barras de acero y tablas podridas. Pese a ello conseguí cruzarlo sin que se rompiera ninguna. Había una extraña luz azulada que provenía de algo en el centro de aquel fragmento de roca en medio de la nada. Allí estaba Fernando, hablando sólo.
-        Mi señor pronto te liberaremos, pronto serás libre – repetía una y otra vez.
Entonces algo increíble descubrí, algo que mis ojos veían y no creían. La mórbida luz surgía de unos cristales que tenían cautivo a algo extraño. No podía entender bien sus facciones pero tenía forma humanoide, no así su tamaño que al menos mediría cinco metros. Había una roca en forma de atril junto al monstruo y todo se conectó en mi cerebro. El aro que había encontrado era una llave, y esa llave estaba a punto de liberar a algo que la humanidad no estaba preparada para recibir. El padre Fernando iba a liberarlo. Mis piernas empezaron a correr, correr a todo lo que mis fuerzas podían. El aro ya estaba en su ranura pero llegué antes de que lo presionara lo suficiente y lo arrollé. Ambos rodamos por el suelo en el borde del precipicio. Forcejeamos.
-        Maldito mocoso insignificante – me gruñó el párroco en un tono desconocido para mí – no sabes lo que haces, fue un gran error dejarte con vida antes,  pagarás esta insolencia.
Me tenía agarrado por el cuello, encima de mí, yo tendido de espaldas. Pensé que era mi fin, aquel hombrecillo tenía más fuerza de lo que jamás habría imaginado y me estaba ahogando con sus manos. Entonces encontré mi espátula en el bolsillo, la agarré con todas mis fuerzas y se la hinqué en la espalda. El gritó desgarradoramente intentando llevarse las manos a la herida. Entonces con mis piernas lo levanté por encima de mí precipitándose a  la oscura inmensidad de la falla.
Corrí y desencajé el disco. La tenebrosa figura, por suerte, seguía durmiendo.
Unos minutos más tarde se presentaron Neus con el árabe y otro chico. Se presentó como Gaizka  Arizaga, castaño delgado y de piel clara. Era uno de los muchos guardianes de los sellos. Él se encargaba de uno en el Pirineo vasco al igual que el marroquí Abdelbaki El Moussaoui que guardaba el sello de una pequeña mezquita olvidada en las montañas del Rif. Como me explicaron, aquel ser encerrado no era el único en el mundo había muchos y había muchos guardianes. Me explicó que en las culturas más antiguas conocidas de oriente medio ya había referencia a aquellos seres, ya se hacían sacrificios humanos en sus nombres. A la diosa Tantit seguramente la habían adorado en aquel santuario precisamente para que les protegiera de aquel monstruo. En la religión cristiana eran nombrados como ángeles caídos. Se desconocía su procedencia, su edad, pero lo que se sabía que un solo de aquellos seres podía desencadenar la extinción de la raza humana. Pero había una oscura hermandad a la que precisamente llamaban los Oscuros, también en otras religiones y culturas se les conocía  como genios, djinn o imps, que pretendían liberarlos y don Fernando era uno de ellos. Lo habían descubierto y habían acudido lo antes posible para ayudar al antiguo y jubilado guardián, el pobre padre José. La intención de los Oscuros era liberar a la criatura, lo peor era que probablemente otro de ésta tétrica hermandad aparecería y debíamos de estar ahí para impedírselo a toda costa.  


De hecho Neus y yo somos los nuevos guardianes y no vamos a permitir que ninguno de vosotros os acerquéis al demonio que duerme plácidamente en el interior de la montaña.

jueves, 6 de marzo de 2014

El extraño





Misterioso hombre, que desde mis infantiles ojos observo.
Poderoso, con tus manos puedes abrir nueces, tienes troncos como dedos.
Tus ojos reflejan seguridad, imponen respeto.
No sé de dónde vienes ni a dónde irás,  que has hecho ni lo que harás pero siempre estás ahí.
Conocido y desconocido, familiar y extraño.
Pero el tiempo causará estragos en ti y poco a poco menguarás.

Misterioso hombre, que desde mis ojos observo. Frágil, de temblorosas manos. Tus ojos reflejan el miedo, el dolor, la incertidumbre.
Algún día te irás, pero no esta vez. No esta vez.
Conocido y desconocido, familiar y extraño.
Todavía no te irás.

Papá.

jueves, 31 de mayo de 2012

Una calle en medio del campo



Suena el teléfono, es una compañía telefónica. Ese día han tenido suerte y me han pillado de buen humor, así que les escucho para ver si me ofrecen alguna promoción interesante y mejoran el penosos contrato de fijo e Internet de la cual estoy actualmente afiliado. Me ofrecen jauja y acepto gratamente: el triple de velocidad y a un precio inferior al de mi factura actual. Como es habitual en estos casos el chico, con un melodioso acento de algún país de America latina, procede con los trámites burocráticos establecidos. Ésta ocasión no es diferente a las demás ya ocurridas anteriormente en otras compañías, ya sean de teléfono, luz, gas, etc. Al preguntar por el nombre de la calle en la que habito y al yo responderle que vivo en el campo y en consecuencia no hay calles surge el conflicto.
¿Pero tendrá que haber una calle?
Le repito el nombre de mi casa (que es lo que se pone en la casilla de Calle) y le vuelvo a decir que en medio del campo no hay calles.
Finalmente logro hacérselo entender (a duras penas) y le deletreo el nombre de mi casa, nombre algo complicado para los castellano-parlantes no familiarizados con el catalán que comparte con una ciudad de Barcelona en el que todos los años se celebra un festival de cine.
Pero el chico, después de introducir el nombre tal cual yo se lo he dicho me responde que no le sale en el ordenador, que no está en la base de datos, que tendrá que haber una vía o algo. Después de insistir consigo convencerlo de que con el nombre de la casa y de la zona, mas pueblo, apartado de correos, provincia y código postal es suficiente. A regañadientes lo acepta y me dice que mañana me volverán a llamar para verificarlo todo.
Al día siguiente me llama uno de los jefes de la central de Madrid, amable, atento, contento por tener un nuevo cliente a quien sacar pasta y atar a sus servicios. Pero al verificar los datos personales el viejo y familiar conflicto renace:
¿Pero tendrá que haber una calle?
Con paciencia repito todo el proceso del día anterior repitiendo lo mismo sintiendo una incómoda sensación de déjà vu. Pero al final dejamos el contrato cerrado, y al pensar en la trepidante (ridícula para la gente de ciudad) velocidad de la línea y la reducción de la factura me congratulo.

Al cabo de un par de días me llama una amable chica de la misma compañía y temo que la misma historia de la calle se vuelva a repetir, pero no es así, es peor. La famosa ampliación de la línea de la que me habían hablado resulta que no llega a mi casa por lo que todo esfuerzo anterior había sido en vano.
A las pocas horas suena de nuevo el teléfono, es mi actual compañía, que se ha enterado de mi intento de exilio a la competencia. Al preguntarme por mi satisfacción con el servicio recibido y al responderles yo LENTA Y CARA me ofrecen un descuento de 29,95 euros en mi factura para toda la vida… menos da una piedra.
Por cierto, si algún teleoperador, sea del país que sea lee esto: EN EL CAMPO NO HAY CALLES.

lunes, 23 de abril de 2012

Soñé (Algo más que palabras)






Mi amiga María está realizando un proyecto muy interesante en el cual todos nos podemos dar a conocer, descubriendo nuevos y maravillosos blogs. Cada lunes publica en el suyo ALGO MAS QUE PALABRAS (http://poemasrecopiladosdemaria.blogspot.com.es/) un poema de otro blog amigo. Esta vez me ha tocado a mí, os invito a que os paséis y disfrutéis, no sólo de mi poema, sino también de las letras de otros blogeros y las de María, una verdadera artista.

GRACIAS MARÍA!!!