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viernes, 11 de febrero de 2011

Dolores (IV) Resurrección.


NOTA: Aunque el final de Dolores escrito por Alberto Batanero en su blog (PEQUEÑECES http://albertobatanero.blogspot.com/ ) me resultó realmente interesante, lo cierto es que al final me apiadé de la pobre Dolores y me condujo a escribir ésta, su cuarta parte. Espero que os guste.
Dolores despertó sobresaltada. Las sábanas estaban completamente mojadas debido al sudor, y el calor de la mañana augurando otro fatal día de agosto no favorecía al bienestar. Debido a tales temperaturas, llevaba varias semanas sin apenas pegar ojo, y las pesadillas le atormentaban el poco tiempo en el que se suponía que debía descansar. Aunque los sueños siempre empezaran inquietantemente placenteros, de tal modo que humedades bajas recién descubiertas (o tal vez olvidadas) se mezclaban con el sudor en las telas, siempre acontecían con un fatídico final.
Después de una reconfortante ducha, acercando la alcachofa a las zonas más sensibles y sintiéndose rejuvenecida por momentos, se puso su pamela y emprendió camino, al igual que siempre hacia, hacia la cafetería. Sus rítmicos pasos cada día reducían la velocidad, ¿qué le estaba pasando? Debía ser cosa de la edad. Durante años, aquella rutina le había hecho feliz. Desde que muriera su marido, esa había sido su actividad preferida, la que le inyectaba las ganas de seguir viviendo. Y es que su difunto esposo jamás le permitió entrar en ningún bar, ya que, según él, esos sitios estaban llenos de hombres indecentes y de miradas lascivas. Y precisamente ese era el motivo por el cual Dolores siempre había tenido curiosidad por ir. Pero había llegado demasiado tarde, ningunos ojos lascivos se posaban en ella, ¿quién se iba a fijar en una vieja? A demás, sufrió una tremenda decepción al comprobar que a las cafeterías asistía gente normal, hombres, mujeres, niños, incluso ancianas muchísimo mayores que ella.
De pronto alguien le dio un fuerte empujón.*
-         ¡Gamberro! – gritó.
Los jóvenes de hoy no tienen ninguna consideración, pensó, un chico corría apresurado apartando todo lo que encontraba a su paso. El único que valía la pena era Pepe, el camarero de la cafetería. Él era el único motivo por el que había elegido aquel establecimiento.
Pero algo había cambiado. Miró a través del cristal al joven Pepe. En sus sueños lo que empezaba con buen pie, siempre acababa torciéndose. ¿Sería una señal? Realmente no sintió ningunas ganas de entrar. Pepe era muy amble con ella, pero muy a su pesar, sabía que el chico era amble con todo el mundo, ella no era nadie especial, solo una clienta más que cada mañana se dejaba tres o cuatro euros en el bar. Así que dio media vuelta y se volvió a casa. Con el dinero con el que cada día se compraba el café, se acercó al quiosco y se compró el periódico.

Entró chorreando en casa, se quitó los zapatos, cuyos tacones tarde o temperan le darían un disgusto, y se sentó a la mesa a leer el periódico. Aquella mañana no desayunó, había perdido por completo el apetito.
Leyendo llego a la sección de contactos. Siempre la pasaba, pensaba que aquello era inmoral, ofensivo, indecente, pero… se sentía tan sola. Veré que hay pensó, no creo que haya nada malo en curiosear un poco. Encontró aquello completamente ridículo. La gente estaba loca. Loca y desesperada, como yo. Un anuncio le llamó la atención:

Chico de 23 años, discreto, atlético busca sexo gratis. Mujeres solas en casa no os abstengáis de llamarme, porque soy vicioso y adicto. No os arrepentiréis.
Llamar al…
Marcó y llamó.

Se sintió sucia, ruin vacía, sola…
Lloró.
Y después se sintió mejor.

Aquella mañana se despertó feliz. Lo sucedido ayer… ¿había sido real? O… ¿tal vez un sueño?...
Los recuerdos eran confusos. Se acordaba de aquel chico, ¿cómo se llamaba?... no era capaz de recordarlo pero no importaba. La verdad es que no era muy guapo, más bien era rechonchito, bajito y su cara estaba repleta de granos. Pero era joven, vigoroso y muy atento. Recordaba que habían estado hablando, al parecer no era español pero Dolores tampoco recordaba de donde era. Luego, fueron los dos juntos a la cama. El lecho con el que durante tantos años había dormido con su marido. El empezó a besarla con ternura. Ella sintió como fuerzas que creía extintas regresaban. No podía recordar los detalles, pero recordaba su viejo vestido de luto rasgado. Recordaba estar en la cama echada y sentir la húmeda lengua del muchacho recorrer su cuerpo, recordaba haber volado…
Se levantó y se miró al espejo. Se extrañó al ver en su rostro algo parecido a un sonrisa… le alegró encontrar una arruga nueva en sus mejillas. De repente se sintió joven. No era tan vieja, todavía podía vivir. Era Domingo quién había muerto años ya, no ella. Entonces se acordó de su cuñado. Aquel hombre solo y amargado que vivía en el pueblo. ¿Qué sería de Eustaquio? **
Esa misma mañana tiró todos sus vestidos negros. Luego se marchó para el pueblo a ver si encontraba a su cuñado…


ESTE RELATO HACE REFERENCIA A OTROS ANTERIORES. DIGAMOS QUE ES UN CROSSOVER:


Dolores:

*  Salchichón:

** El capitán Pescaporra:


7 comentarios:

  1. Me gusta el final. A veces somos nosotros mismos que nos envejecemos, pero realmente todavía tenemos cosas por hacer.

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  2. Muchas gracias por tus alentadores comentarios. Para mí el que estés aquí significa mucho. Un placer seguirte a ti también. Un saludo.

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  3. Increíble a mí no se me habría ocurrido una resurrección mejor para Dolores, no veas como me ha alegrado, ¡hurra por Dolores!, que se compre una antiarrugas y se quite el luto, y que el cuñado tenga cuidado que Dolores va a quemar el pueble ese aburrido. Me ha encantao!

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  4. Y entonces Dolores tuvo la certeza que tenía viva la ilusión...y empezó de nuevo a vivir. Bien por ella!!! Un fuerte abrazo.

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  5. De repente te vi como seguidor de mi blog. Sin entender aún como llegaste, te visito y comenzaré a leer pausadamente. Un abrazo

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  6. Un placer leer tu blog, y un placer que leas el mio. Gracias.

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  7. Me ha gustado mucho el paseo por tu blog, me quedo con tu permiso y te sigo. Gracias por tu visita, un abrazo.

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