Seguidores bloggeers

martes, 1 de febrero de 2011

Piratas

2º Relato perteneciente al libro Taller de Escritura Creativa 11, Mayo 2010.
http://www.bubok.com/libros/195747/Taller-de-Escritura-Creativa-Vol-11--Mayo-2010-quotYoQuieroEscribircomquot

El valeroso pirata, después de haber vencido al temible capitán de la marina y haberse enfrentado al kraken abrazó a la princesa. Juntos surcarían los mares ante vientos y mareas y vivirían emocionantes aventuras.
La película acabó y Javi de nueve años y su hermana Sofía de siete salieron del cine emocionados. Después de abrocharse el cinturón en sus respectivas  sillitas en el asiento trasero del coche, jugaron con sus espadas de plástico inducidos por la emoción de la película. Aquella noche soñarían con ella. ¡Quién pudiera ser pirata! pensó emocionado Javi, luchar contra los malvados y vivir trepidantes aventuras.

-o-

No muy lejos de las costas de las Islas Seychelles en aguas internacionales fondeaba apaciblemente el Concha II, nombre que homenajeaba a la esposa del capitán, don José González, de cincuenta y cinco años  natural de Pontevedra. Había trabajado toda su vida de pescador y gracias a unos años buenos, al préstamo de un banco y a algunos sacrificios económicos había conseguido ser uno de los socios mayoritarios del atunero. Sumaban un total de veintiocho tripulantes.
Aquel día también habían tenido éxito. Cada vez que subían las redes estaban rebosantes. De ésta manera las bodegas se habían llenado más pronto de lo esperado, eso significaba que podrían volver a casa antes de tiempo y reunirse con sus familias.
Mientras estaban cenando, el marinero Rachid Agmeth interrumpió al capitán.
Al subir a la cabina de mandos comprobó que estaban recibiendo mensajes de socorro de un barco a no muchas millas. El mensaje parecía en inglés pero no se entendía muy bien. Y como buen hombre, el capitán González decidió socorrerlos.

Todo fue muy rápido. Al encontrar el barco parecía vacío y cuando se acercaron, un ejército cual hormigas se tratase, salió de él abordándolos. Pillaron a la tripulación del Concha II completamente desprevenida. Luego descubrirían que eran piratas somalíes, iban armados hasta los dientes, con armamento pesado, rifles de alto calibre, ametralladoras, etc. Y fácilmente apresaron a todos los tripulantes.

-o-

Mientras Javi y Sofía jugaban con sus espadas de juguete, las noticias anunciaban el terrible suceso del atunero secuestrado en aguas internacionales. El padre de los niños cambió de canal, aquel día había Formula 1 y Alonso había hecho una espléndida pole, aquello sí era importante.
-o-

En el interior del barco el tiempo pasaba muy lentamente. El primer día los habían encadenado a todos en la  cubierta del barco. Sólo se las quitaban cuando tenían que ir al lavabo y aún así en una ocasión uno de los marineros se orinó en cima. Los piratas se rieron. Veinte tripulantes habían sido lanzados al mar cerca de la Isla Victoria, al menos aquellos se iban a librar del cautiverio. Al alejarse de las costas los piratas enseguida se pusieron a disfrutar de su botín. Abrieron los barriles de vino, se hartaron con las provisiones, gritaban, bailaban e incluso se agenciaron con la ropa de la tripulación.
Entre los ocho cautivos estaba el marinero Rachid, natural de Tánger,  encadenado junto al capitán González.
-         ¡Cómo pueden beber así! – se escandalizó el chico magrebí – ¡si son musulmanes!
-         Esta gente no tienen religiones ni leyes, sólo los mueve el poder – contestó el capitán.
-         Estos negros son todos unos salvajes – intervino Julián Contreras, jefe de máquinas natural de  Oviedo y de padre cacereño.
-         No es cierto – se quejó Rachid – es el reflejo de un país en guerra, de una sociedad destrozada y abandonada.
-         ¡Qué sabrás tú, moro! – contestó molesto por haberle contradicho, el jefe de máquinas.
Un pirata les profirió un grito se acercó a ellos y golpeó a Rachid con tremenda violencia en el pecho con la culata de su arma. El chico se retorció de dolor.
-         ¿Qué dice el hijo puta éste? – susurró Contreras.
-         Dice que nos callemos – el marinero Tomás Delgado natural de Puerto de Lomas, Perú, había tenido que dejar la carrera de derecho por falta de dinero y había viajado a España para reunirse con su primo, el cual le había conseguido aquel trabajo.
-         Callaos todos y rezad para que el gobierno decida pagar nuestro rescate – tajó dando por terminada la conversación el capitán.

-o-

Mientras el presidente del gobierno se reunía con su gabinete.
-         Señores, ni la empresa propietaria del atunero ni las aseguradoras están dispuestas a afrontar el pago de tres millones de euros que piden los piratas.
-         ¿Pero no es el capitán uno de los socios de la empresa? – dijo un ministro.
-         Sí, y su cuñado el presidente, y dice que no pueden afrontar semejante pago, al igual que nosotros.
-         ¿Y que haremos? – dijo otra ministra.
-         Confiemos en las fuerzas armadas.

-o-

El tiempo transcurría terriblemente despacio en la cubierta del Concha II. Las piernas de los marineros estaban entumecidas por la falta de movilidad y por las frías y húmedas noches a la intemperie. Apenas podían dormir sentados encadenados los unos con los otros. En cambio los piratas cada noche estaban más borrachos. Sus nervios estaban a flor de piel, no recibían respuestas por parte del gobierno español y empezaban a tener reyertas entre ellos. Cada vez les daban menos comida y bebida y la incertidumbre se hacía insoportable.
Debido al golpe, a la humedad y a la desnutrición Rachid Agmeth cayó enfermo, la fiebre se apoderó de él. El capitán González y el marinero Xabi Etxeberría de veinticinco años y natural de Irún  eran los que estaban a su lado y los que lo ayudaban a beber y a comer e intentaban acomodarlo para que pudiera dormir.

-o-

Mohamed o como era mas conocido Iceman había perdido todo respeto por la vida a los nueve años, cuando mató a una persona por primera vez. Su joven madre murió de malaria cuando él apenas tenía seis y su padre fue asesinado en la guerra. A él lo cogieron y lo entrenaron hasta volverlo totalmente insensible al dolor, a la muerte. Lo único que lo movía para seguir viviendo era el poder. Cuanto más tuviera mejor viviría.  El gobierno de aquel ridículo país todavía no le había contestado y estaba empezando a perder la paciencia. Decidió entonces que debía darles una lección. Aquellos estúpidos pálidos iban a enterarse de quién era.

-o-

Una mañana, dos piratas se plantaron ante los cautivos. Sus rostros eran inamovibles y no presagiaban nada bueno.
-         ¿Qué querrán de nosotros ahora? – comentó el marinero mas joven, Xabi.
-         Dios quiera que no nos hagan daño – le respondió el peruano Delgado.
Los piratas hablaban entre ellos mirando a los cautivos. Finalmente señalaron a Rachid, cuyo estado no mejoraba con el tiempo.
-         Al fin y al cabo son humanos, supongo que querrán ayudar al moro – señaló casi contento el jefe de máquinas Contreras, cuya enorme panza había disminuido en los diez días que llevaban encadenados.
Agarraron al marinero enfermo y lo pusieron de pié de un fuerte tirón.
Los ojos rojos de Rachid miraron a sus compañeros con tristeza y con un hilo de voz dijo:
-         Adiós compañeros, que Dios os proteja.
En menos de un segundo el capitán lo entendió todo, Rachid había entendido a los piratas cuando hablaron entre ellos. Su lengua era el somalí pero a veces decían cosas en árabe y en otra extraña lengua.
-         ¡Van a matarlo!
Sus compañeros al comprenderlo sacaron fuerzas de sus agotados cuerpos e intentaron ponerse de pié pero uno de los piratas los empujó sin mucha dificultad con su arma. Uno se resistió.
-         ¡Hijos de puta! – Gritó el corpulento jefe de máquinas – ¡meteos con uno que esté en sus plenas facultades físicas!, ¡dejad al moro! – con su fuerza sin igual se puso de pié y el golpe de su agresor rebotó en su cuerpo. Se las apañó para levantar lo suficiente las cadenas como para  pasarlas por el cuello del somalí y si no fuera porque el otro le dio un golpe en la cara rompiéndole la nariz y haciéndole caer de espaldas habría ahogado al pirata.

Esa misma noche un corpulento cuerpo cayó al agua con un tiro en la frente. No aparecería hasta semanas mas tarde en la costa este de Madagascar.

El abatido Rachid lloró desconsoladamente aquella noche y no fue el único. El capitán un hombre curtido, duro después de muchísimos años en alta mar, sintió las comisuras de sus ojos humedecerse.
-o-

-         No podemos esperar más tiempo – dijo el presidente después de haber visto el vídeo que habían recibido de los piratas - ¿qué dirán de nosotros si dejamos que maten así a nuestros marineros?
-         Sí, y encima los de la oposición se pondrán las botas – dijo un ministro – esto puede hacernos perder las próximas elecciones.
El presidente asintió.
-         Ya va siendo hora de que nuestros soldados actúen.

-o-

Los exhaustos y desanimados marineros ya apenas hablaban entre ellos. Las fuerzas les fallaban, todos los huesos de sus cuerpos les dolían a cada movimiento. La salud de Rachid empezaba a ser verdaderamente preocupante, se pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo. Pero la noche del día trece sucedió algo.

Unas sombras surgieron del agua y escalaron por ambos laterales de los barcos. El capitán que era uno de los únicos que apenas podían dormir por las noches, divisó a las sinuosas figuras invadir el barco. Se arrastraban por el suelo serpenteando silenciosamente. El joven pirata encargado de vigilar a los cautivos giró la cabeza su cuello crujió y ya estaba muerto. Otros cuatro piratas que vigilaban en cubierta también murieron sin emitir sonido alguno. Una de las sombras se acercó a los prisioneros, al mirar al capitán posó el dedo índice en sus labios. Mientras les rompía las cadenas con una enorme tenaza, el silencio se rompió en el interior del atunero. Gritos, ráfagas de balas surgidas de las armas de ambos bandos y otros estruendos invadieron el silencio. Fue todo muy rápido.
-o-

Iceman estaba degustando un sabroso brandy reserva que el capitán guardaba en su camarote. Al oír ruido afuera supo que su fin había llegado. Se sentó tranquilamente en el asiento del camarote y dio un generoso trago a su copa, sacó su pistola y un segundo después sus sesos se esparcieron por toda la cámara.
-o-

-         Señor presidente, la operación ha sido todo un éxito.
-         Excelente.
-         ¿Cómo explicaremos las muertes de todos los piratas?
-         Diremos que pagamos el rescate y que huyeron, no creo que nadie sepa quiénes eran ni cuántos. Así evitaremos reprimendas.
-         Muy buena idea señor presidente.

-o-

En las noticias volvían a hablar del secuestro del atunero, “¡Qué pesados!” pensó el padre de Javi y Sofía “no hablan de otra cosa” pero al menos los habían liberado.

-o-

Cuando los marineros llegaron al puerto de Cádiz sus familiares los estaban esperando con lágrimas en los ojos, aunque ésta vez de alegría. Mientras en Oviedo se habían declarado dos días de luto y una viuda lloraba desconsoladamente la muerte de su marido.
-o-

“¡Qué maravillosos son los piratas!” pensó Javi. Él y su hermana jugaban con sus espadas de madera. Tomi, su perro, hacía de bestia y los dos valientes piratas luchaban con ella y finalmente la vencían.
¡Qué maravillosos eran los piratas!

FIN

1 comentario:

  1. No parece fácil explicar más de dos situaciones paralelas al mismo tiempo. Tan bien que empieza con los niños y como se va torciendo la historia, es durillo.
    Besos.

    ResponderEliminar