Allí estaba, ante mis ojos, pavoneándose. Tentándome con su simple existencia, yo… la odiaba. La odiaba de verdad. Si pudiera pillarla… Su dulzura, su insultante y perfección azabache; hacían sentirme aún más ruin. Yo, la miraba fijamente, con el ceño fruncido, mis glándulas segregaban más saliva de lo habitual… era molesto. Muy molesto. Me sentía lo peor, lo más bajo, sus virtudes hacían aflorar mis defectos, ¡Dios! ¡Cómo la odiaba! Siempre intentaba esquivarla, pero ella me perseguía, estaba en todas partes, y yo, acababa ante su portal. Y allí, mirándomela, me prometí que me las pagaría, algún día me vengaría, no volvería a incumplir ningún pecado capital por su culpa. Ya no. Y menos éste…
Concha separó su flácida y sudorosa mejilla del cristal del escaparate de la pastelería. Se volvió a girar y la miró por última vez. La maldita rosquilla de chocolate… Pero la había vencido. No volvería a dejarse seducir por sus encantos. Ya no. Nunca más. Jamás…
¿JAMÁS?
El retorno de la rosquilla de chocolate…
No hay nada más placentero que pecar aunque sea con una rosquilla de chocolate, ¡joder! necesito algo dulce. Me tentaste.
ResponderEliminarJaja, dulce pecado!!
ResponderEliminarjajaj muy bueno amigo mio si supieras cuantas veces me ha pasado lo mismo, pero con el tabaco. un abrazo de falsario.
ResponderEliminarwww.falsario.org
Es que las rosquillas de chocolate son muy tentadoras y los cigarros más todavía te lo digo mientras fumo.
ResponderEliminarTe acompaño en el camino caballero, gracias por descubrir mi casa de tejas verdes.
Un abrazo.
perdona por mi demora en comentarte algo por aquí...
ResponderEliminargracias por tus comentarios por mi barrio.
interesante blog, compañero. me lo llevo a mi colección
esta entrada en particular me ha gustado mucho, es muy del estilo que me gusta
un abrazo y hasta la proxima
salut!
Muchas gracias compañero, yo ya tengo fichado ;)
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