El mundo está enloqueciendo y los valores de antaño, los más
primitivos, (no los del respeto) tales como que los plebeyos son como alimañas
a las que hay que pisar y alimentar con carnaza, están volviendo.
Ahora los gobiernos con sus nuevas leyes intentan
convencernos de que somos unos ladrones. Que por ver una serie a la que damos
fama (es el caso de Perdidos (Lost)) que nunca veremos por televisión
por motivos de horarios o que nunca esperaremos tanto tiempo ni probablemente
pagaremos tal precio a que salga el DVD; somos unos piratas. Que por descargar
una canción o dos de un grupo al que también le damos fama provocando con ello
(tal y como han dicho artistas reconocidos) que la gente acuda en mayor número
a sus conciertos; somos unos delincuentes; pagando nosotros mensualmente para
poder conectarnos a la red exorbitados precios dada la mala calidad y servicio (sobretodo
en España) en donde nuestros datos más secretos forman parte de bases de datos
en las que cualquier desconocido puede acceder. Es posible que el jefe gordo de
Megaupload sí sea un delincuente y
merezca ir a la cárcel (siendo que probablemente trabajaba para algunos peces
importantes de grandes países) Pero es ridículo que un pirata informático sea
condenado a más años de prisión que un violador y asesino que despiadadamente
ha quitado la vida a una pobre chica, mintiendo y riéndose de la misma
justicia. ¿Justicia? Y en absoluto yo no me siento ningún pirata por mirarme
una película descargada que nunca pagaré la ridícula cifra de 10 euros por ir a
ver al cine, ni mucho menos (después de haber tenido que tirar todos mis VHS)
comprarla en DVD (en peligro de muerte a causa del Blue-Ray) pienso comprarme.
Y eso que yo siempre he sido de comprarlo todo legalmente y original. Mi gran colección de películas en DVD, CD de
música, videojuegos y libros me avalan. Pero a decir verdad últimamente me he
sentido estafado. ¡Qué no nos engañen! Los delincuentes son los que nos usan a
nosotros para enriquecerse insultantemente. Nosotros somos prescindibles,
plebeyos a los que pueden pisar (o eso piensan)