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miércoles, 29 de junio de 2011

Juan y el lobo


Aquella tormenta veraniega pasaría a la historia por litros de agua caídos en el menor tiempo. Juan salió del cortijo garrote en mano. Las ovejas estaban a resguardo en el corral, por lo que tanto alboroto no era normal. Algo estaba sucediendo. Días atrás había aparecido un cordero muerto con heridas que parecían estar provocadas por unas fauces, lo que llevó al pastor a concluir que un lobo andaba por aquellos lares. El saco que se había puesto a modo de chubasquero improvisado, en pocos segundos estuvo calado por lo que carecía de utilidad. Entró apresuradamente en el corral, y una oscura sombra se escabulló por la ventana. Una rápida ojeada le bastó para ver que dos ovejas yacían en el suelo, cubiertas de sangre, aún palpitantes pero muertas. Gritó maldiciones aunque nadie pudiera oírle en aquel lugar apartado de la mano de dios. Corrió fuera tras los pasos del misterioso depredador con intención de hacérselo pagar. Pero bajo las ventanas no había huella alguna.
¿Dónde se ha metido?
Se percató de que la ventana era demasiado alta para que un lobo cualquiera pudiera entrar o salir por ella. Pensó que sería un animal enorme, no se acobardó.
¡Dónde te has escondido!
Pero no salió.
Sin ser consciente, una figura lo observaba. Una sombra en lo alto del espeso algarrobo centenario que había junto a los corrales.
A la mañana siguiente un cálido y primaveral sol brillaba en lo alto. Con pesar, Juan se levantó y fue a cavar un gran hoyo en el que enterrar a los dos animales muertos. El lobo, o el animal que fuese, había chupado la sangre de las desgraciadas.
Luego sacó al rebaño y, macuto a la espalda, se dirigió a las grandes praderas allá en los valles. El campo estaba encharcado por doquier, pero eso significaba que el pasto estaría más tierno para las ovejas. Eso haría que al menos pudiera quedarse un par de semanas más. A finales de invierno, cuando el crudo frío ya había pasado, todos los años Juan partía del pueblo hacia las montañas para regresar antes de agosto. En septiembre, rebaño y pastor volvían allí para los primeros mese de otoño. Hacían falta tres días de camino para llegar a aquellos parajes de ensueño. Muchas personas del pueblo trataban a Juan de lunático, aquellas costumbres ya se habían perdido hacía años. Los piensos industriales habían sustituido aquel nómada modo de vida. Pero a Juan no le gustaba, las ovejas eran mucho más felices brincando a sus anchas por los prados, y él también. Eso le proporcionaba el tiempo que necesitaba para componer poesía, su gran pasión. A pesar de las malas palabras de sus vecinos, parientes y amigos (su novia incluida) no pensaba dejarlo. Eso le hacía sentir vivo, feliz.

A mediados de agosto la hierba empezó a secarse, eso era la señal, era hora de volver a casa.
A su regreso, Juan no encontró la bienvenida esperada. Su novia Amparito se había cansado de estar siempre esperándole y había empezado una relación con Chema, el panadero. Al poco tiempo se supo que estaba embarazada y por supuesto Juan no era el padre. Pero en el fondo, el pastor lo sabía, sabía que aquello iba a pasar tarde o temprano. Nunca le leyó los versos que le había escrito y no le quedó más remedio que aceptarlo. A su sorpresa, la decepción fue menor de lo esperado y su vida continuó igual. Ahora tenía trabajo, esquilar las ovejas para vender la lana, vender la leche y los quesos, vender los corderos, etc.
A finales de septiembre el pastor volvió a preparar su bolsa, y junto al rebaño partió de nuevo a las montañas. A medida que se acercaba el aire puro lo impregnaba de aromáticas fragancias y sentía la vida regresar. La amargura, la oscura frialdad del se humano desaparecían. A finales de septiembre, con las grandes lluvias, debería regresar al pueblo.
En aquella ocasión llevaba consigo un instrumento nuevo. Algo que nunca había usado, la escopeta que su abuelo había llevado en la guerra, un arma que oficialmente no existía, que había permanecido oculta en un polvoriento baúl en el altillo de la casa, un instrumento que odiaba.
Ver de nuevo su viejo y frío cortijo le inspiró un nuevo poema.
Los días transcurrieron con normalidad, pero al séptimo día de estar allí un cordero y una oveja joven volvieron a aparecer asesinados, con grandes mordeduras en el cuello y sin apenas sangre en el cuerpo. Entonces Juan decidió a partir de ese momento montar guardia por las noches, escopeta en mano. Su intención era acabar con aquel chupacabras del infierno.
Pasaban los días y nada sucedía, y la falta de sueño empezaba a menguar las fuerzas del pastor. Pero al sexto día de la segunda semana algo le disturbó su incómodo sueño, sentado en un montón de hierba seca apoyado en el fusil. Una oscura figura descendió desde la ventana. Una fantasmal figura negra de forma humana. No se había dado cuenta de que el pastor estaba apuntándola con el arma. Con un veloz movimiento se abalanzó sobre las aterradas ovejas. A Juan no le fallaron los reflejos y disparó. Falló, era demasiado veloz, revelando su posición al depredador. La figura huyó y saltó a la ventana. Pero allí su rostro se volvió clavando unos ojos claros en los pardos de Juan. Era una muchacha. Una preciosa muchacha de pálida tez, ataviada con una negra túnica con capucha. El pastor no encontró valor de disparar y la sombra saltó al exterior.
El chico pronto reaccionó y se apresuró tras aquel bello ser.
La divisó en lo alto del algarrobo. Enseguida ella saltó, prácticamente planeó, hasta un pino que había metros atrás. Pero Juan no se rindió y corrió tras ella. La luz de una inmensa luna llena era su aliada y, aunque eran profundas horas de la noche, su vista ya adaptada a la oscuridad veía relativamente bien.
Saltando de árbol en árbol se internó en el frondoso bosque de pinos. Juan corrió y corrió, haciendo caso omiso a los rasguños y magulladuras provocados por las ramas, rocas y raíces. Se torció el tobillo, pero aguantó el dolor y continuó corriendo, así durante cerca de una hora.
De repente la perdió de vista. Buscando, tras un espeso matorral encontró una cueva. Parecía la entrada de algún  templo antiguo, ya que en la roca había grabados, que debido a la erosión y la insuficiente claridad de la noche, Juan no podía apreciar bien. Sin pensárselo dos veces entró en ella. Anduvo largo tiempo en la completa oscuridad. La cueva descendía hacia el interior en dirección al centro de la tierra. El aire estaba viciado y el calor empezaba a hacerse insoportable. Cuando las fuerzas empezaban a flaquear, sudoroso y exhausto Juan divisó una tenue claridad. Corrió hasta alcanzarla.
Desembocó en una pequeña sala, húmeda y cubierta de polvo, iluminada por una oxidada lámpara de aceite colgada en una pared. En el centro, había un gran ataúd negro. Le pasó la mano por lo alto quitándole el polvo y descubrió que a pesar de que debía de tener cientos de años, el barniz de la madera estaba implacable. Con dificultad abrió la tapa. Estaba vacío. Su acolchado blanco estaba inmaculado.
De repente se sobresaltó al notar una sombra moverse a su espalda. Se giró tan rápido como pudo pero ya fue demasiado tarde, tenía al depredador encima. Cayó de espaldas con aquella extraña muchacha encima. Dos miradas se cruzaron y el poeta no encontró palabras para tal deslumbrante belleza. Ella parecía asustada, Juan se sentía incapaz de moverse. Despacio, ella acercó su rostro, sacó sus colmillos y los clavó en el cuello de su presa.
Juan esbozó una sonrisa reflejando el placer sintiendo los labios de la chica en su cuello. Y poco a poco su vida se fue apagando hasta finalmente extinguirse. Así, el séptimo día descansó.
La muchacha chupó hasta vaciar la sangre del cuerpo del chico sin poder contener las lágrimas. Por primera vez en su longeva vida lloró. Sin él saberlo, había estado observándolo durante años. Ella recordaba perfectamente la primera vez que lo vio, joven y tierno. Lo había amado desde la distancia, en silencio. La tristeza se adueñó de su fría alma, cogió con facilidad el cuerpo inerte del pastor y lo introdujo con suavidad en el ataúd. Ella se tumbó a su lado y encontró la anhelada muerte que buscaba. El ser inmortal murió finalmente de tristeza.
Y aquellos dos cuerpos se convirtieron en el mismo montón de tierra.
Mientras, las ovejas al encontrar la puerta del corral abierto, salieron a la intemperie y vivieron felices para siempre en libertad.

FIN


jueves, 16 de junio de 2011

4-Sombra en Exilio


En un sombrío callejón del pequeño pueblo de Sombra una luz apareció de repente. Un perro flacucho que estaba buscando algo que llevarse a la boca en un cubo de basura volcado, se asustó con aquel destello y salió corriendo con el rabo entre las piernas. Los seis miembros del grupo aparecieron. Aquel viaje a través del portal no había sido tan desagradable como el anterior. Los tres edenitas notaron un ligero mareo pero nada que ver con las otras dos veces. Aquellas armaduras eran realmente útiles.
               Los muros de los edificios de aquella oscura y lúgubre calle eran color arena y estaban sucios y mohosos. El suelo estaba cubierto por una ligera capa de polvo. Mientras salían del callejón encabezando el grupo León, Flip informó un poco a los demás sobre el país. Exilio entero era un abrasador y seco desierto, conocido antiguamente como el desierto Amarillo. Sombra se encontraba al lado del mar aunque allí el desierto también había llegado. Exilio constaba de pequeños poblados que se construían alrededor de los pozos de agua que excababan. En ocasiones se secaban y tenían que partir en busca de más abandonando sus hogares. El país estaba muy poco poblado. En ocasiones sus habitantes intentaban escalar el enorme muro que separaba a su país con Edenia, la tierra de los sueño, pero solían perecer en el intento. Había dos grandes puertas que separaban los dos países pero era imposible franquearlas sin un pase especial. Los habitantes nativos de Exilio eran los edenitas oscuros, los cuales sólo se diferenciaban de sus vecinos por un tono café en su piel y generalmente por ser algo mas corpulentos; y por aquel simple motivo eran repudiados por los habitantes blancos de Edenia. La gobernadora era la mestiza hermana del gran emperador Don Mefistus III, el Dios, repudiada por él. Su nombre era Afrodita y al parecer su belleza era espectacular a pesar de tener un hermano tan poco agraciado como Mefistus. Afrodita había sido exiliada por su hermano junto a su madre y un guardia real a Exilio pensando que allí morirían de hambre. Pero Dios se llevó una sorpresa cuando descubrió que se había convertido en emperatriz.
-         Hemos aparecido en la parte oeste del pueblo, Fénix vive al este, en el mismo puerto al que vamos a entrar.
-         ¿Queda muy lejos? – pregunto Seda, el representante de los topos.
-         El pueblo es pequeño, en unos pocos minutos llegaremos. – Contestó Panterra.
Al cambiar a una vía más amplia una agradable brisa marina les inundó las fosas nasales. Empezaron a seguir esa calle que cruzaba la anterior y ligeramente se iba inclinando cuesta abajo. Las calles estaban poco habitadas, se cruzaron con un par de personas que iban tapados con túnicas y turbantes blancos que impedían verles el rostro a excepción de los ojos. Las grandes tormentas de arena que asolaban el país llegaban a la costa y sus habitantes se habían acostumbrado a ir protegidos. Al cruzar un edificio más alto ante ellos apareció ante sus ojos la inmensidad. El cielo y el mar se separaban por una línea curva en el horizonte. Seda se paró, cerró los ojos.
-         Maravilloso.
Poco después la calle desembocaba en el puerto. El mar estaba completamente calmo y los barcos habían salido a faenar por lo que el puerto estaba bastante vacío. Sólo quedaban unos pocos cargueros amarrados. El asfalto recubierto de arena se cortó de golpe y un ligero escalón daba paso al muelle, que había sido construido  pacientemente con secos y sólidos troncos de los secos árboles que crecían en el desierto. La mayoría de las casas que estaban de cara al mar eran cabañas de pescadores construidas de madrera, aunque una de ellas destacaba sobre las demás. Entre dos cabañas había una gran casa que estaba construida de aquel cemento color arena.
-         Esa es la casa de Fénix, desde allí dirige a la resistencia de todo el mundo.
-         ¿Desde ahí? – preguntó extrañado el joven soldado Trébol.
-         Ahora lo veréis – habló con una sonrisa en los labios Flip – está bien equipada la casita.
Trébol levantó la cabeza y vio que en el tejado de la casa había una enorme antena. Estaba claro que la casa no era como las demás.
Flip apretó el pequeño interruptor del timbre y una agradable melodía sonó. Esperaron.
Y esperaron más.
-         Aquí no parece que haya nadie – dijo Seda unos minutos después.
Pero Flip estaba tranquilo.
-         Paciencia amigos
Al poco rato una mirilla se abrió y una voz de señora habló.
-         ¿Quién anda ahí?
Parecía que había una contraseña para confirmar que eran de los suyos.
-         Por la liberación de los pueblos de la galaxia y del nuestro mismo lucharemos y si es necesario moriremos.
-         Muy bien ahora os abro.
Flip había nacido y se había criado en Sombra y conocía a aquel hombre como contó a los demás. Sus padres habían muerto en un accidente cuando él todavía era un niño. Todos los niños de Exilio eran educados desde pequeños a lo militar y a los dieciséis años Flip consiguió un traslado a la capital del país vecino, que era a dónde mandaban a los mejores pasando la aduana escondidos en camiones que llevaban exóticos productos alimenticios.
-         ¿En qué puedo ayudarles?
La puerta se abrió y los recibió una gruesa mujer. Era una edenita oscura de piel color café, de ya avanzada edad. Llevaba el pelo corto rizado. Unas pequeñas gafas reposaban en su rechoncha nariz. Su cara redonda reflejaba la desconfianza.
-         ¿Ya no te acuerdas de mi Medusa? – le habló sonriente Flip.
Aquella mujer clavó la mirada en Flip y entonces su expresión cambió, una sonrisa se dibujó en su rostro.
-         ¡Flip!, como has cambiado - y dio un afectuoso abrazo al fornido guerrero – pasad, pasad Fénix está dentro, delante del ordenador como siempre.
Los seis extravagantes personajes entraron en la casa. Era mucho más espaciosa de lo que parecía. En la entrada se habría directamente un amplio salón, en el que había dos enormes sofás y una gran televisión colgada en la pared.
-         Cuando vienes a visitarnos deberías de avisar, ahora iré buscar unas pastas y algo de beber y …
-         No te preocupes Medusa, tenemos prisa. Tenemos que ver a Fénix urgentemente. Las cosas no van bien.
-         Está bien, seguidme – dijo con una mirada curiosa.
Era una casa realmente acogedora. Estaba llena de adornos, figuritas, lámparas, etc. Una gran alfombra  a cuadros de colores diversos adornaba el centro de aquel salón. En un lateral había una escalera que conducía al piso de arriba. Los escalones estaban forrados de alfombra verde. Medusa seguida por los viajantes interdimensionales subió por ella. Lo que encontraron allí arriba no era una típica sala de una casa común. El piso de arriba era enteramente una habitación llena de ordenadores, radares y demás aparatos. Había un hombre de espaldas a ellos encorvado mirando el monitor de un ordenador. Al escucharlos se dio la vuelta.
-         ¿Quién demonios sois y qué hacéis en mi casa?  - a diferencia de su mujer y de todos los habitantes del pueblo, Fénix no era un edenita oscuro. Su piel era rosácea y su pelo y su gran bigote eran castaño claro moteado de canas blancas. Su rostro estaba cubierto de arrugas que por su delgadez se le agudizaban más. Sus enormes cejas grises se fruncían en una oscura mueca.
-         ¿Usted es el señor Fénix? – se adelantó Seda – un placer, yo soy el representante del gran rey topo Lombriz XIII, Gusano de Seda, pero me puede llamar Seda. Tenemos un asunto muy importante e urgente del que hablar.
-         Lo siento – tajó el anciano -  no puedo atenderlos, estoy muy ocupado, márchense inmediatamente.
-         Escucha Fénix – dijo Panterra – esto es muy importante, depende de ello la supervivencia de la resistencia de todo el planeta.
-         ¿Quién eres tú?, ¿eres de los nuestros?
-         Nosotros tres somos miembros de la resistencia de la capital – intervino Flip - ¿no me recuerdas? Soy Flip, tienes que escucharnos.
-         ¿Flip? Menos mal que hay alguien vivo. Llevo horas intentando contactar con el capitán de las fuerzas en ciudad Adan y nadie me responde.
-         Es posible… - el rostro de Panterra se oscureció – es posible que estén todos muertos. El ejército celestial nos tendió una emboscada cuando estábamos a punto de asaltar un furgón de armas de último modelo y es probable que conocieran nuestros movimientos y nuestros escondites.
-         ¡Eso es terrible! Debo mandar refuerzos allí inmediatamente, o…
-         No hay tiempo, es demasiado tarde para ellos, hay algo mucho mas importante – lo interrumpió el pequeño topo – nuestras fuentes han descubierto que el ejército ha desenmascarado quién lidera la resistencia y que han preparado un ejército para erradicarla por completo. Un ejército dirigido por el subcomandante Sapus capacitado para conquistar planetas enteros.
-         Eso significa que ese ejército vendrá hacia aquí en breve – dijo Panterra.
-         Esto es terrible – Fénix sentado en su silla se tapó la cara con las manos y los codos apoyados en las piernas – es realmente terrible.
-         Mi rey lidera al único ejército capaz de enfrentarse al imperio celestial, todavía no es lo suficientemente fuete, pero va creciendo y está dispuesto a daros asilo a todos. A todo el pueblo. A cambio solo pide que os unáis a nosotros en la lucha.
-         No lo entendéis yo no soy el líder, no puedo tomar esa decisión…
De repente un monitor se encendió y apareció el rostro de un soldado aparentemente alterado.
-         ¡Capitán Fénix! ¿me recibe?, ha ocurrido algo terrible un ejército ha surgido de la puerta del sur, creo que se dirige hacia ciudad Tornado, nuestras fuerzas han sido masacradas cual insecto. Traen vehículos de camuflaje y armas de máxima potencia…
-         Escucha, retiraros inmediatamente de ahí…
Pero fue demasiado tarde se escuchó un estallido, el alterado soldado se giró bruscamente y la imagen se perdió. Antes de cortarse el sonido se oyó un desgarrador grito.
-         No puede ser, se dirigen a ciudad Tornado – Fénix estaba hundido.
-          ¿Qué hay tan importante allí? – intervino por primera vez el silencioso Trébol.
-         Ya he dicho que yo no soy el que dirige todo esto – el hombre no levantaba la cabeza, parecía haberse rendido, la frustración y la desesperación habían podido con él – allí reside nuestra emperatriz, mi niña Afrodita. Ella es la que está detrás de todo. Y ahora no podré salvarla. ¿cómo llegaré allí?
-         Por eso estamos aquí, basta de lloriqueos no hay tiempo que perder, necesito que me diga las coordenadas exactas del pueblo, y tú Trébol ve a buscar al escuadrón, ha llegado el momento de actuar – Raptor sólo hablaba cuando era necesario, pero su sangre fría lo convertía en un auténtico líder y magnífico aliado.
-         ¡Si señor! – Trébol abrió la tapa del pequeño computador que llevaba en el brazo, apretó unas teclas,  un portal se abrió y saltó rápidamente a él.
Todo había ocurrido mucho antes de lo previsto y ahora no tenían tiempo de pensar, tenían que actuar. Toda la raza de los edenitas oscuros estaba amenazada y si no actuaban con presteza, sin dudarlo serían masacrados sin excepción. Fénix dijo las coordenadas exactas de la ubicación de la ciudad Tornado. Raptor rápidamente tecleó en el pequeño teclado de su brazo y otro portal se abrió.
-         Seda, adelántate con León, Panterra, Flip y Fénix, yo esperaré al escuadrón – la voz firme del reptil impedía vacilación alguna. Aunque oficialmente Seda era de rango superior obedeció las órdenes sin rechistar.
-         ¡Qué clase de tecnología es esa! – Fénix no daba crédito a lo que veían sus ojos.
-         Es la forma más rápida que existe de viajar por el universo. Automáticamente apareces donde quieres en un abrir y cerrar de ojos – le explicó el silencioso León.
-         Es magnífico, así llamaré a todas las tropas que están aquí en el pueblo, y los teletransportaremos a Tornado.
-         ¡No!, los soldados aquí no están preparados para viajar por portales, allí con los efectos del viajen serían un estorbo. Dime Fénix, ¿ciudad Tornado tiene murallas? – tronó la voz de Raptor.
-         Si, pero…
-         Bien, evacuad a todos los civiles al castillo o al edificio más grande y apartado de las puertas de la ciudad que tengáis y reunir las tropas allí preparadas para resistir. Necesitaremos tiempo para evacuar a todo la gente – lo interrumpió el lagarto sin darle la oportunidad de acabar su frase.
-         No tardéis, vamos chicos – dijo Seda al reptil. Indicó a los demás que saltaran al portal.
León, Panterra y Flip saltaron. Cuando iba a saltar Fénix apareció su mujer y corrió hacia él.
-         ¡Qué está pasando cariño!
Fénix miró de reojo a Raptor. El lagarto clavó sus ojos a los de la agradable mujer.
-         Escuche señora, su marido tiene que venir con nosotros, la vida de la princesa y la de todo vuestro pueblo depende de él. Necesito que usted reúna a todo el pueblo en un punto y lo prepare para abandonar sus hogares. Qué solo cojan lo estrictamente necesario. En aproximadamente un par de horas vendremos a buscaros.
La mujer miró a los ojos al lagarto. Era inteligente y sabía que aquello era irremediable y que pasase lo que pasase su pueblo ahora necesitaba a alguien que lo  preparara y que ese alguien era ella. Asintió y se marchó a paso ligero por las escaleras.
-         Vamos.
Fénix y Seda también desaparecieron por el portal.

               Raptor esperó unos pocos minutos y cinco portales se abrieron ante él. De el primero salió Caracol, un guerreo topo, ataviado con una pequeña armadura protectora y un gorro de cuero. También llevaba unas grandes gafas protectoras sujetas con una gruesa goma. De cintura para abajo estaba desnudo y en los brazos a parte del ordenador no llevaba nada. En su espalda, metido en su funda tenía un rifle de asalto de precisión. Del segundo portal apareció el joven Trébol. Del tercer portal apareció Roble, un guerrero floriano, del mismo planeta que Trébol. No era excesivamente alto como era común en su raza pero era muy robusto y musculoso. Su cuello parecía el tronco de un árbol y sus gruesos brazos eran capaces de atravesar cualquier cosa de un puñetazo. Su anaranjada cabeza estaba desnuda y en su afeitado cráneo llevaba un tatuaje de una rosa roja. Su cara era ancha y su nariz parecía haberse roto en innumerables ocasiones. Llevaba la armadura protectora encima de un ajustado jersey negro. En un brazo llevaba el ordenador y en otro una muñequera metálica. Sus pantalones ajustados eran de color azul marino y sus botas enormes capaces de aplastar piedras si fuese necesario. Del cuarto portal salió Esturión, veterano soldado tritón. Al igual que Agua, su cola de pez reposaba en unas piernas mecánicas. Pero eso no le reducía la movilidad ya que los poderes psíquicos que poseían los habitantes de Oceania les ayudaban a controlarlas perfectamente. Llevaba un casco blanco hecho con el increíble coral que se encontraba en su mundo. Iba vestido con la armadura protectora y unas placas metálicas plateadas en los brazos y armado con un escudo también plateado con el emblema de la emperatriz grabado en oro en el centro y con un tridente de mango negro y puntas blancas, también de coral. Esturión era capaz de proyectar potentes rayos psíquicos a través de su tridente. Su rostro era serio implacable, era el soldado perfecto. Arrugas surcaban su cara y su mirada reflejaba muchas batallas ganadas. Una barba negra cubría la parte inferior de la cara. Por último, del quinto portal salió Rubí guerrera letal lunariana. En un pequeño sistema solar en una zona todavía no corrompida por el imperio celestial había un planeta que debido a sus gélidas temperaturas era inhabitable. Pero de una de sus dos lunas había florecido una civilización. Eran poco numerosos pero muy avanzados. La característica de los habitantes de Lunaria, que era como se llamaba la luna, era su piel azulada. Rubí no era una excepción, y su fino rostro estaba adornado por una muy bien cuidada melena roja, de pelos rizosos que llevaba atada en una larga coleta. Sus ojos grises y sus finos labios de un tono violeta le daban un aire místico. Debajo de la armadura protectora llevaba un grueso jersey también negro y unos guantes grises. Debido a las temperaturas bajo cero que soportaban en su luna natal estaban acostumbrados a ir bien abrigados. Llevaba unos pantalones ajustados negros llenos de cintas y fundas en las que guardaba cuchillos y diversas armas blancas. Unas botas grises forradas en su interior de una cálida lana blanca le protegía hasta las rodillas. En el grueso cinturón llevaba varias pistolas pequeñas, silenciosas y letales.
-         Muy bien, ya estamos todos – tronó la firme voz del lagarto – el imperio ha llegado antes de lo previsto, no tenemos tiempo que perder. Es hora de que los EVI entremos en acción.





jueves, 9 de junio de 2011

Soy de Ibiza

Sí, de la famosa Isla Blanca. De la isla de la noche desenfrenada, de la marcha, de la fiesta, de las drogas y los dee jays. La isla de la superficialidad. Es cierto que todo lo nombrado existe aquí, pero la ingenuidad y la ignorancia y las pocas luces han dado una imagen equivocada de la isla y de los que en ella hemos nacido y habitamos.
Aunque a algunos os resulte ridículo, hay gente que se cree que los que aquí vivimos estamos todo el día de fiesta, drogándonos o emborrachándonos, bailando y yendo a la playa todos los días del año. 
Conozco a un chico madrileño que por motivos laborales reside felizmente en la isla. A principios del mes de marzo, un amigo suyo decidió hacerle una visita y pasar unos días tranquilos de vacaciones. Los familiares y algunos amigos lo trataron de loco: ¡Cómo te vas a Ibiza!, ¡Vendrás con resaca para volver al trabajo, con tanta fiesta! Le dijeron entre otras cosas. ¿De fiesta en marzo?...
Información para ignorantes:
Ibiza es un lugar de turismo de verano. Eso significa que la temporada alta es de poco más de tres meses. Ibiza NO es una isla de clima tropical (aunque en ocasiones salgan palmeras dibujadas en los souvenirs) Es una isla mediterránea, por lo que tenemos invierno y ¡SI!, en invierno llueve. Es más, el invierno es gratamente tranquilo.
Otro factor importante es que las discotecas (aunque tengamos de las más grandes del mundo) NO ocupan la isla en su totalidad. Eso significa que tenemos zonas urbanas, pequeños pueblos y zonas rurales. NO es como Manhattan. Además en zonas, sobretodo en el norte y en el suroeste, lo que predomina son los campos y los bosques de pinos y sabinas.
El chico madrileño, que ya venía informado del lugar a donde se dirigía, se encontró con una fiesta similar a la de ésta imagen: 
Hablemos ahora de los que aquí residimos. Ignorantes en exceso, piensan que aquí vivimos felizmente trabajando en las playas, en bermudas, mientras nos ponemos morenos y nos tomamos cervecitas o mojitos; escuchando música electrónica  chill out. Pues eso es también completamente erróneo. Ciertamente Ibiza es uno de los sitios más caros del país, pero eso no significa que nuestros sueldos sean acordes con los exorbitantes precios. A excepción de algunos empresarios, narcotraficantes (holandeses, alemanes, italianos, marroquíes y por supuesto españoles), políticos corruptos, aquí, muchos de nosotros somos mileuristas, llegar a fin de mes no es tarea fácil. Además los que trabajamos sólo la temporada de verano (empleos inaguantables para todo el año) de seis meses (con suerte) no podemos permitirnos el derrochar el dinero. Por consiguiente, ¡NO! Vamos de fiesta cada día y ¡NO! nos podemos permitir el pagar todos los días las entradas de las grandes discotecas cuyos precios en ocasiones superan los sesenta euros. 
Por razones de estudios y laborales, mi hermano actualmente reside en Barcelona. Por su aspecto desgarbado (típico de los artistas), con el pelo largo y sin afeitar, le han llegado a reprochar, que con ese aspecto no parece ibicenco. Preguntó a su interlocutor que cuál se suponía que debía de ser su aspecto. La insólita respuesta fue que los ibicencos iban vestidos de blanco. Ridículo. Los que aquí residimos ¡NO! salimos a la calle con modelitos de la moda Adlib. No es precisamente barata ni se vende en las tiendas de ropa convencionales. Los que llevan tales indumentarias suelen ser señores de otras ciudades de España, que llegan con sus yates a pasar el veranito.

A pesar de todo, a pesar de que en ocasiones me avergüenza decir que soy de Ibiza, la verdad es que me gusta mi isla, aquí se está muy tranquilo. 

Ya no me extenderé más, les dejo un vídeo de un artista 100% ibicenco (Carl Cox y Pocholo no lo son), espero que os guste.






miércoles, 1 de junio de 2011

Fuego y cenizas



INCREDULIDAD
Fuego y cenizas,
arde el paraíso.
Tal devastación resulta impensable, inimaginable,
en una isla tan pequeña.
¡1576 hectáreas arrasadas!
¡¿cómo no lo detuvieron antes?!
¿cómo es posible que no se enteraran antes?
Disponemos de una máquina quitanieves y desde que tengo uso de razón solo he visto nevar dos veces.
Después de lo de Benirrás,
¡Solo tenemos u helicóptero!
¡No es posible!
Es sabido las deficiencias que sufren los miembros del ANEI.
Sin medios, sin recursos, solos.
¿Por qué no hay cortafuegos?
¿Cómo ha podido el fuego arrasarlo todo sin que nada lo detuviera?
Increíble.


TRISTEZA
Fuego y cenizas,
arde el corazón.
Vuelvo a casa cansado de trabajar,
Pero algo ha sucedido.
El cansancio desaparece, el pesar lo sustituye.
Una mórbida luz ilumina el horizonte
y pronto terribles antorchas me afirman lo temido.
Durante todo el trayecto el infierno me acompaña y
al llegar al camino de casa no puedo contener las lágrimas,
y me quiebro cual espejo contra el suelo.
Aquella noche no dormiremos,
rogando para que al menos no venga a nosotros,
que no nos consuma la vida.


REFLEXIÓN
Fuego y cenizas,
arde la sociedad.
Sucedió algo parecido hace menos de un año.
pero ha vuelto a repetirse,
¿qué pasará el año que viene?

Los nidos de las aves ardieron con sus crías dentro.
El conejo en su madriguera ardió.
Las lagartijas debajo de las piedras no encontraron refugio,
y ardieron.
Nosotros ardemos.

Pero no es importante,
Los políticos están demasiado ocupados para prestarles atención,
Discutir, debatir sobre la economía del país
(no de sus ciudadanos)
Es mucho más importante.
La economía, su economía…
PATÉTICO.